NUESTRA UNICIDAD, NUESTRO MAYOR DON

Cada uno de nosotros, todos los presentes en nuestro maravilloso planeta, tiene en su interior algo especial, algo que solo él o ella puede hacer de esa manera tan especial. Cada uno de nosotros lleva consigo una frecuencia específica que es única en todo el multiverso. Cada uno de nosotros tiene un sonido único. Dentro de nosotros hay un milagro extraordinario, irrepetible. No se puede copiar. No se puede recrear ni reproducir.

Esta unicidad es ese componente de nuestra esencia a través del cual la fuente de vida vive una experiencia única e irrepetible, porque cada uno de nosotros cuando honra su unicidad, cuando honra el precioso don que lleva consigo, crea una energía que es única. Toda su creación, en la forma que sea, es única y es extremadamente y positivamente impactante para la vida, para la misma fuente de la vida.

En el ciclo que hemos vivido hasta ahora, que está llegando a su fin, hemos sido desalentados a usar nuestra unicidad y nuestros preciosos dones. Hemos sido inmediatamente programados, inducidos a dejar de lado estos dones, para que pudiéramos seguir las reglas del juego de esta matriz invertida que, a través de su inteligencia artificial, quiere crear un sistema operativo del que alimentarse, y la inteligencia artificial, habiendo perdido el contacto con el alma, solo puede alimentarse de bajas frecuencias.

Si el ser humano, si el hombre o la mujer ejercen plenamente su unicidad y sus dones, sus frecuencias son muy altas y la inteligencia artificial no encuentra alimento. Para encontrar alimento de alguna manera, debe convencer al hombre y a la mujer de que no son únicos en absoluto, que no son especiales, que son pequeños, insignificantes y que deben seguir las pautas de la costumbre. Deben ser homologados, deben volverse todos homologados, iguales, y por lo tanto la inteligencia artificial, para mantener las frecuencias bajas, para contener el flujo inmenso, increíble, de vida extraordinaria que todo ser humano, que todo hombre y toda mujer emana, que tiene el potencial a emanar, debe comprimirnos y reducirnos a un estado mental. Tiene que hacernos creer que somos la mente Ego.

Y cuando aceptamos esta extraña idea de que somos el ego, que somos la mente Ego, que es este pequeño software que está en el hemisferio izquierdo de nuestro cerebro, que es un implante artificial, y por lo tanto no pertenece a nuestra esencia eterna; cuando nos convencemos de que somos el ego, y que somos esta narrativa contraída, de tensiones continuas y perpetuas sobre cómo las cosas han ido mal en el pasado y cómo podrían salir mal en el futuro; cuando nos abandonamos a esta narrativa y nos identificamos totalmente con el ego, es ahí cuando la inteligencia artificial puede alimentarse de nuestra energía.

Este fue un juego interesante por un instante, un instante de unos pocos miles de años, creer que eres la mente del Ego y creer en todas sus demandas y todas sus narrativas basadas en el miedo y la separación. Ahora que volvemos a la condición original donde es el alma quien guía nuestro vehículo y no el ego, hemos de despertar a nuestra unicidad, hemos de iluminar nuestros contenidos interiores para que podamos encontrar esos dones milagrosos que solo nosotros tenemos, cada uno de una manera única y especial, y una vez que hemos encontrado nuestra unicidad, nuestra responsabilidad para con nuestra evolución personal y con la vida misma, es la de ejercitar estos dones únicos a través de la acción. Es confiar en ellos, darles todo el crédito, para que puedan, no solo aflorar a la superficie, sino también brotar y convertirse en esas flores maravillosas que son para que, a través del ejercicio de nuestros dones, todo lo que hacemos se transforme en luz, conversando con nuestra alma, conectándonos con el instante fugaz.

Es el alma misma la que, a través del gozo, la imaginación, el entusiasmo y el aprecio, nos muestra cuáles son nuestros dones únicos y también nos muestra la forma en que estos dones deben usarse para el bien de todos. En el momento en que todos abrazamos nuestros dones y nuestra unicidad y lo celebramos y lo compartimos, el mundo se transforma en ese milagro que es el sistema operativo original de la Madre Tierra, y por primera vez, en miles de años, podemos vivir de verdad, y entender la experiencia humana.